Santa Margarita, también llamada Marina, era hija de un sacerdote pagano de Antioquía de Pisidia. Su conversión al cristianismo marcó el inicio de una serie de acontecimientos que la llevaron a convertirse en pastora tras ser expulsada de casa por su padre. Su belleza sedujo al prefecto Olibio, que rechazó sus proposiciones y la acusó de ser cristiana. Margarita fue torturada y encarcelada, donde se enfrentó al diablo en forma de dragón. La leyenda cuenta que el dragón se la tragó, pero se vio obligado a vomitarla porque la cruz a la que se aferraba le irritaba la garganta.
A pesar de los intentos de ejecutarla mediante el fuego y el ahogamiento, Margarita se salvó milagrosamente, convirtiendo en testigos de su calvario a miles de espectadores, que luego fueron ejecutados. Finalmente, fue decapitada. Su historia, aunque adornada con bordados ficticios, se hizo inmensamente popular en la Edad Media, extendiéndose desde Oriente a toda Europa Occidental.
Santa Margarita se celebra el 20 de julio y se dice que prometió poderosas indulgencias a quienes recordaran su vida o invocaran su ayuda. Es una de las catorce santas auxiliares y una de las voces que inspiraron a Juana de Arco.
Ahora, al admirar la estatua de Santa Margarita, casi se puede sentir su historia de valor y fe resonando a través de los siglos, un poderoso recordatorio del poder de la resistencia y la espiritualidad. Una obra de arte no sólo para adornar un espacio, sino para inspirar el corazón.