El 20 de octubre de 1682 nació Anna, la sexta de los ocho hijos de Lucia y Mathias Höß, en la casa Neue Gasse 15. Cinco de ellos murieron en la infancia. Cinco de ellos murieron en la infancia.
Junto con su hermana María, Anna recibe la confirmación en 1685. En casa y en la escuela demuestra ser una niña simpática, diligente y con talento.
En junio de 1703, Anna ingresa en el convento franciscano de Kaufbeuren y recibe el nombre religioso de Maria Crescentia (= la que crece). La superiora considera a la hija del tejedor una aprovechada, ya que no trae dote. Crescentia es fuertemente acosada. Sin embargo, en ningún momento se demuestra que haya hecho nada malo, y el convento decide admitirla.
El 18 de junio de 1704, Crescentia hace los votos monásticos de obediencia, pobreza y celibato de por vida. Trabaja en la cocina y en el telar.
Una nueva superiora por fin aprecia a la joven hermana como es debido y la llama repetidamente como consejera.
En 1710 Crescentia se hace cargo del servicio en la puerta del convento y con las hermanas enfermas. Debido a sus visiones e intuiciones, se sospecha temporalmente que es una bruja y tiene que someterse a exigentes pruebas de obediencia. También aquí demuestra una gran fuerza interior.
Crescentia se convierte en maestra de novicias en 1717. Para los numerosos necesitados que se encuentran fuera de las puertas del monasterio, sin embargo, sigue siendo una persona de contacto maternal.
El príncipe abad de Kempten, Rupert II von Bodmann, consulta a sor Crescentia en 1722 como consejera en una profunda disputa de su abadía.
El pintor Ruffini de Munich pinta una visión del Espíritu Santo en forma humana en 1728 según las instrucciones de Crescentia.
La electa Amalia de Múnich y más tarde el elector Clemente Augusto de Colonia visitan a Crescentia en 1731 y encuentran en ella una pastora comprensiva pero también desafiante. A través de visitas y por correo, se mantienen contactos con ella.
En junio de 1741, Crescentia es elegida superiora por unanimidad de las hermanas. Con un cálido afecto por la comunidad, como amante de las artes musicales y plásticas, y como sabia dirigente, da forma decisivamente a su convento en sólo tres años.
El 5 de abril de 1744, un domingo de Pascua, Crescentia murió tras una larga y penosa enfermedad y por agotamiento en su servicio al pueblo. Desde aquel año hasta hoy, el flujo de peregrinos a su tumba no cesa.
El proceso de beatificación se abre en 1775, pero se pospone una y otra vez a causa de la secularización y de diversas turbulencias bélicas.
El Papa León XIII declaró beata a Sor María Crescentia el 7 de octubre de 1900.