El Ángel de la Guarda, figura central en la tradición cristiana, no es un santo canonizado, sino una entidad espiritual. Su veneración hunde sus raíces en las Sagradas Escrituras, donde se narra de ángeles enviados por Dios para proteger y guiar a los hombres. Cada individuo, según la fe, tiene un ángel de la guarda personal, un compañero invisible que vela por él desde el nacimiento, inspirando al bien y alejando del mal. La fiesta litúrgica de los Ángeles de la Guarda se celebra el 2 de octubre, una ocasión para reflexionar sobre su presencia amorosa y sobre su papel de intercesores ante Dios. La devoción hacia estas figuras celestiales es difundida y profunda, testimoniada por oraciones, imágenes sagradas y, como en el caso del producto, por obras de artesanía que encarnan la belleza y el significado protector.