El Cristo Crucificado, eje central de la fe cristiana, representa el sacrificio redentor de Jesús por la humanidad. Su veneración hunde las raíces en la Pasión, Muerte y Resurrección, eventos clave narrados en los Evangelios. Desde los primeros siglos, los cristianos han honrado el Crucifijo como símbolo supremo del amor divino y de la salvación. Su imagen, inicialmente estilizada, ha evolucionado con el tiempo, adquiriendo detalles anatómicos y dramatismo, para expresar mejor el dolor y el sufrimiento de Cristo. La cruz, de instrumento de tortura, se ha convertido en emblema de esperanza y victoria sobre la muerte. La devoción al Crucifijo se manifiesta en oraciones, procesiones, Vía Crucis y en la contemplación silenciosa, invitando a los fieles a reflexionar sobre el significado profundo del sacrificio de Jesús y a imitar su amor incondicional.