De Dios, Padre de toda misericordia, procede la gloria de la Anunciación: el ángel Gabriel es enviado a la Virgen María para anunciarle que dará a luz un hijo, nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
La gloriosa Anunciación alegra a todos los que la escuchan, pues es un signo del gran amor de Dios por su pueblo. Cuando María acepta su parte en el plan de Dios, el Espíritu Santo la cubre con su sombra y el Verbo hecho carne crece en su seno.
Por su fe y su obediencia, María nos da un ejemplo de humildad