El Belén Aurora, con sus 20 estatuillas de madera esculpidas por Dolfi, evoca la sagrada narración de la Natividad, un evento central en la fe cristiana. La figura de Jesús Niño, centro del belén, representa la encarnación divina, la venida de Dios a la tierra para la salvación de la humanidad. José y María, sus padres terrenales, simbolizan la humildad, la fe y la aceptación de la voluntad divina. Los pastores, los primeros en adorar al Niño, encarnan la sencillez y la prontitud del corazón al acoger el mensaje evangélico. Los Reyes Magos, figuras de sabios provenientes de lejos, representan la universalidad del mensaje de Cristo, reconocido y adorado por cada pueblo y cultura. Su ofrenda de oro, incienso y mirra simboliza respectivamente la realeza, la divinidad y el sacrificio de Jesús.
La tradición del belén, nacida con San Francisco de Asís en 1223 en Greccio, tenía el propósito de hacer visible y tangible el misterio de la Encarnación, permitiendo a los fieles sumergirse emocionalmente en la escena de la Natividad. Desde entonces, el belén se ha convertido en un símbolo poderoso de la Navidad, una llamada a la sencillez, al amor y a la esperanza que el nacimiento de Cristo trae al mundo. Su veneración se manifiesta en el montaje doméstico, en las iglesias y en los espacios públicos, convirtiéndose en un momento de reflexión, oración y compartir familiar. Cada estatuilla, esculpida con cuidado, no es solo un objeto de arte, sino un vehículo de significado espiritual, una invitación a contemplar el misterio del amor divino que se hace carne.