La cuna, símbolo del primer lecho de Jesús, evoca la Natividad, evento central de la fe cristiana. Aunque no está asociada directamente a un "santo" en el sentido tradicional, su veneración está intrínsecamente ligada al culto del Niño Jesús y a la celebración de la Navidad. La tradición del belén, que incluye la cuna, nace en el siglo XIII con San Francisco de Asís, que en Greccio recreó la escena de la Natividad para hacer más tangible el misterio de la Encarnación. Desde entonces, el belén se ha convertido en un elemento fundamental de la devoción popular, una invitación a la contemplación de la humildad y del amor divino manifestados en el nacimiento de Cristo. La cuna, en este contexto, no es solo un objeto, sino un potente llamado al misterio de la Encarnación, a la fragilidad y a la grandeza del Hijo de Dios hecho hombre.