El belén, aunque no está ligado a un solo santo, celebra el nacimiento de Jesucristo, figura central de la fe cristiana. Su origen se atribuye a San Francisco de Asís, que en 1223 en Greccio organizó la primera representación viviente de la Natividad. Esta iniciativa tenía como objetivo hacer tangible y más accesible el misterio de la Encarnación, permitiendo a los fieles contemplar con mayor devoción la humildad y la sencillez del nacimiento de Cristo. Desde entonces, el belén se ha convertido en una tradición profundamente arraigada, un símbolo universal de la Navidad que invita a la reflexión sobre los valores de paz, amor y esperanza encarnados por la Sagrada Familia. La veneración se dirige entonces a Jesús Niño, a la Virgen María y a San José, figuras centrales de la escena evangélica.