El manto rojo, símbolo de la pasión y el valor, envuelve al ángel con fuerza y determinación, mientras que el azul profundo evoca la calma y la serenidad del cielo nocturno estrellado. El blanco luminoso, por último, representa la pureza y la inocencia, emanando una luz divina que brilla a través de los matices iridiscentes de los colores.
La presencia del niño en brazos del ángel añade un toque de ternura y protección, simbolizando el vínculo indisoluble entre lo divino y la humanidad. Esta escultura, con su belleza y espiritualidad, está destinada a brindar consuelo y esperanza a todo aquel que la contemple, transmitiendo un mensaje de amor y protección universales.