Los detalles finamente esculpidos revelan la meticulosa atención con la que se creó esta obra maestra. Los ropajes del ángel flotan ligeramente, transmitiendo una sensación de gracia y ligereza, mientras que las suaves pinceladas pastel le confieren una dulzura y delicadeza sin igual.
El ángel de la guarda, con su rostro sereno y sus ojos luminosos, irradia una calma tranquilizadora, mientras el niño se refugia seguro en sus brazos, símbolo de protección y consuelo.
Esta escultura, pintada con colores al óleo que celebran la naturalidad y la belleza de los tonos terrosos, capta la esencia misma de la protección divina y el amor maternal, transmitiendo un mensaje de esperanza y tranquilidad a todos los que la contemplan.