El pez, símbolo primordial del cristianismo, hunde sus raíces en las primeras comunidades cristianas, que lo adoptaron como signo distintivo y secreto. El acrónimo griego "ICHTHYS" (pez) ocultaba un significado profundo: "Iesous Christos Theou Yios Soter" (Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador). Este símbolo, grabado en las catacumbas y en los primeros artefactos, permitía a los cristianos perseguidos reconocerse y profesar su fe en secreto. Su difusión está ligada también al milagro de la multiplicación de los panes y los peces, narrado en los Evangelios, que simboliza la abundancia de la gracia divina y la compartición. El pez se convirtió así en emblema de salvación, de fe y de pertenencia a la comunidad cristiana, una llamada constante a la figura de Cristo y a su mensaje de esperanza.