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Estatua del Arcángel Miguel con Lanza, Casco y Diablo, Escultura de madera; San Miguel Arcángel
Repetición: 29 de septiembre
Protector de: Comerciantes, doradores, fabricantes de balanzas, farmacéuticos, jueces, maestros de esgrima, paracaidistas, policías estatales, radiólogos.
Antiguamente, al final de cada misa, el sacerdote solía rezar así: San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé nuestro auxilio contra la maldad y las asechanzas del demonio. Manda al Señor sobre él, y tú, príncipe de la milicia celestial, con tu divino poder derriba a Satanás y a todos los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para ruina de las almas. Esta oración, colocada en un momento estratégico de la liturgia, a saber, cuando los fieles están a punto de pasar de la solemnidad del rito a su aplicación concreta en el ajetreo de la vida cotidiana, testimonia la antigua tradición del culto al Arcángel San Miguel, viva entre los cristianos, pero incluso anterior entre el pueblo judío, que lo había elegido como protector. Una devoción extendida y antigua que tiene al menos tres puntos de referencia importantes y evocadores, como la iglesia de San Michele del Gargano en Apulia, el famoso santuario del Monte Saint Michel en Francia y la Sacra di San Michele en Piamonte, a la entrada de la Via di Susa.
Miguel es el protector de los protectores, el arcángel guerrero, príncipe de la milicia celestial, adversario de Satanás y de los ángeles que se habían rebelado contra Dios y a los que había derrotado con el grito de guerra:¿Quién como Dios?, que es también el significado de su nombre en hebreo. Y así, en el acto de traspasar al diablo vencido, se le representa a menudo en las más bellas imágenes.
El Génesis (primer libro de la Biblia) no menciona el nombre del ángel designado por Dios para custodiar el paraíso terrenal tras la expulsión de Adán y Eva, culpables de comer la fatídica manzana prohibida. Algunos quisieron ver en el sombrío guardián que blandía una espada flamígera, al Arcángel Miguel, en un episodio más de esa interminable lucha contra las fuerzas del mal que, como predijo el evangelista Juan, tendrá su epílogo en los días del Apocalipsis, cuando Miguel y sus ángeles hundan finalmente en el abismo al gran dragón rojo de siete cabezas y diez cuernos, es decir, al Diablo o Satanás, marcando así irrevocablemente la derrota del mal.
En nuestra vida, San Miguel es el ángel que está cerca de nosotros en las pequeñas y grandes luchas cotidianas contra las sugestiones del mal, contra aquellas fuerzas que quieren hacernos resbalar en el torbellino de la perversión y del pecado, y que al final de la vida (ésta es también una tarea que la tradición le atribuye) nos guía en la muerte y luego está a nuestro lado como abogado en el día del Juicio Final. Gracias a su tenacidad en la lucha contra el mal, Miguel es considerado el protector del mal.